Dicen que quien vuelve a Bilbao ahora después de 20 años sin haberla visitado es imposible que la reconozca. Tanto ha cambiado la ciudad, por dentro y por fuera.
El proceso de reconversión de la orilla izquierda no fue fácil pero en este caso las transformaciones en al ciudad han creado una ciudad bella y agradable. El Guggenhein por supuesto se convirtió en el símbolo de ese cambio y el tranvía en el emblema. Una ciudad que se preocupa por el medio ambiente y que ofrece al visitante arte, bellos paseos y una oferta gastronómica inigualable. Una ciudad que cambia a ritmo vertiginoso. Una ciudad que te espera y que con los autobuses que encuentras en Movelia apenas está a unas horas de distancia.