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EL VIAJE EN AUTOBUS

Él nunca había querido sacarse el carnet de conducir, decía que el viaje en autobus era más cómodo, que podría aprovechar para dormir, leer un libro y sobre todo observar. Le gustaba imaginar los motivos por los que los desconocidos con los que compartía viaje en bus estaban subidos con él, por qué ese horario, quien les esperaría en la estación y si habían aprendido a disfrutar de aquellos trayectos tanto como él.

Pero sobre todo le gustaba jugar a adivinar que libro leía aquella joven que solía compartir trayecto con él cada domingo cuando regresaba en autobus a Madrid después de pasar el fin de semana en su pueblo. ¿Se habría fijado ella en él?, sentía curiosidad, pero ni si quiera sabia su nombre ni había escuchado nunca su voz.

Había pensado en más de un viaje en acercarse y hablar con ella, pero nunca había encontrado la ocasión perfecta, el momento exacto o la excusa para hacerlo, tan solo seguía jugando a intentar adivinar que libro estaba leyendo, el motivo del viaje o si la esperaría alguien en el destino.

Cada domingo mientras regresaba en su viaje en autobus a Madrid se repetía el mismo proceso, siempre elegía el mismo asiento: junto a la escalera trasera del bus en el asiento de ventanilla. Ella lo hacía delante, y tumbaba el asiento un poco hacia atrás, abría su libro, cada semana uno diferente, y así pasaban los dos el viaje, separados por una escalera, distanciados por unos peldaños.

Como cada domingo a la misma hora llegó a la estación, soltó su pequeña bolsa de viaje en el maletero y se subió en el autobus a Madrid, el de siempre, en su asiento de siempre y con el ritual de siempre: observar las caras de los viajeros y hacerse las mismas preguntas: Quienes eran, porque iban hasta allí, por que a esa hora y si les esperaría alguien. El autobus arrancó, pero ella no estaba, miró por si había cambiado de sitio pero no la veía. Nunca más volvió a coincidir con ella en el autobus, y desde entonces, en su viaje semanal en bus, se dedica a pensar que habrá sido de aquella joven que se sentaba delante suya cada domingo.

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