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León, un viaje de leyenda.

León tiene numerosos monumentos, fiestas y recintos dedicados a la cultura cuyo atractivo podría servirte para decidir desplazarte a esta provincia. Sin embargo, hoy estamos originales y lo que te vamos a ofrecer son dos leyendas que dan explicación a acontecimientos relacionados con dos importantes monumentos de la ciudad.

El paso del Camino de Santiago por León, hizo que los ciudadanos al entrar en contacto con los peregrinos se pusieran al corriente de las inmensas catedrales que éstos habían ido encontrando en los diferentes lugares por los que habían pasado. Las describían como catedrales maravillosas cuyas cúpulas tocaban el mismo cielo. Fue por ello por lo que los habitantes de la ciudad decidieron llevar a cabo la construcción de una. El rey Fernando III fue el encargado de colocar la primera piedra sobre la cual se edificaría la catedral.  La obra fue financiada por el rey, el clero y los ciudadanos, ya que todos estaban muy ilusionados con este nuevo proyecto. Poco tardaron en darse cuenta de que la obra no avanzaba y fueron numerosos los rumores sobre lo que podría pasar en el lugar. Finalmente un grupo de campesinos decidieron acercarse de noche a las obras de la catedral para saber si eran verídicos los rumores de que allí, basiliscos y topos gigantes, impedían el correcto desarrollo y construcción de su ansiado monumento.

Poco tardaron los campesinos en salir corriendo asustados por la presencia de un topo gigante que era el culpable del retraso de las obras. Decidieron acabar con él y distrayéndole con unos gusanos, consiguieron deshacerse del topo y que la obras de construcción de la catedral se desarrollaran con normalidad.

Con esta leyenda se explica el retraso que se produjo en la construcción de la famosa Catedral de León por problemas de cimentación y abandono.

La segunda leyenda se sitúa al norte de León, en un pueblo llamado San Martín situado a las orillas del río Tuéjar.  Justo en ese lugar había una comunidad de monjes que lo habían elegido para desarrollar su vida en compromiso con la fe y la contemplación. Un día cuatro jovencitas decidieron gastar una broma a los monjes. Una de ellas se acercó y les robó una lechuga. El monje que la persiguió, al darla caza quedó prendado de los encantos de la joven y concretaron ella y sus amigas con el monje que, acompañado de tres hermanos se verían a la orilla del río. Y así una noche tras otra se daban encuentro en la orilla el grupo de jóvenes.

Una noche los monjes fueron descubiertos por el abad y tras maldecir a las chicas convirtiéndolas en sirenas y condenándolas a vagar por las aguas del río, obligó a los monjes a tallar en piedra cuatro sirenas que les recordaran para siempre el fallo que habían cometido.

Así fueron esculpidas las cuatro sirenitas que podemos encontrar en la iglesia de este pueblo y recordar que se cuenta que la noche de San Martín, las sirenas entonan sus cantos con el fin de seducir a los hombres que cerca de las orillas del río se encuentren.

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